Su nombre era Muerte

Rafael Bernal

1947


La flauta que hablaba con los moscos

Su nombre era Muerte, de Rafael Bernal (1915-1972), cuenta la historia de un misántropo que huye a la selva, entabla amistad con los Lacandones y se convierte en su dios tras descifrar la lengua que hablan los moscos. Después de hacer contacto con estos insectos, el también narrador se enterará del plan que tiene el "Consejo Superior" de los zancudos para subyugar a los seres humanos y de su importante papel en él. El "Consejo Superior” guía la vida social de los moscos, se dedica a pensar y a administrar, como un zángano, el trabajo de las capas más bajas de la pirámide social mosquil y presume haber logrado prever todas las situaciones posibles que podrían desencadenarse en el futuro (por lo que al parecer ahora se dedica únicamente a administrar el trabajo de los demás). El "Consejo” conforma así una élite, mezcla de los cerdos que toman la granja en Animal Farm (1945) y el gran hermano de 1984 (1949) de George Orwell, que ha inoculado en los moscos una férrea creencia: el moscocentrismo. “Nosotros los moscos somos los dueños absolutos del Universo y toda criatura en él debe pagarnos tributo de sangre”.

Tal megalomanía está vinculada con un sentido de la propiedad, los moscos reclaman ser los dueños del territorio que compone al planeta Tierra, por lo que le cobran al resto de las especies el tributo que extraen de sus venas. Según los moscos, todos los demás animales gozan de una cierta libertad que se tolera mientras paguen lo que se les exige sin quejarse. La excepción es el ser humano, al que planean esclavizar para disfrutar de su sangre. Para comunicarse con los seres humanos y llevar a cabo su plan, los moscos necesitan aliados: un gobierno de hombres que se sujete a sus designios. El misántropo, protagonista de la novela aceptará ser su cómplice en un inicio. Se convertirá, entonces, en uno de los jinetes del Apocalipsis. Aquel de quien se dice en la Biblia que “tenía por nombre Muerte, y el infierno le iba siguiendo”.

El protagonista se enfrentara entonces ante una disyuntiva: dar paso al imperio de los moscos, cuyos líderes han suprimido la creencia en dios, o bien volver a su antigua fe cristiana que curiosamente en la novela promueve la igualdad entre todas las criaturas, incluidos los insectos. Se debate así entre dos posibilidades, ser un jinete del apocalipsis y esclavizar al género humano, o convertirse en el Cristo de los moscos subyugados y liberarlos, evitando así el ataque contra los hombres. El protagonista escogerá esta última posibilidad motivado por su anhelo de salvar a la mujer que desea.

El oído absoluto del protagonista, capaz de ubicar la nota y la altura de cualquier sonido, es central en su trabajo de reconstrucción del lenguaje mosquil: “Para anotar los zumbidos desarrollé un sistema donde incluía las intermitencias… y la nota musical en la que se emitían”. Descubre entonces que en el zumbido de los moscos hay, como en la voz humana, cuatro tesituras principales, cada una con un significado distinto: “deduje que el verbo en idioma mosquil tiene siempre en voz de bajo un sentido afirmativo, en voz de barítono, negativo, en voz de soprano interrogativo y en voz muy aguda o de niño, suplicativo o exclamativo”. A diferencia de la revolución de los animales de Nervo, aquí no son los mamíferos los personajes principales, y mucho menos hay un sólo lenguaje para todo el reino animal. La revolución ahora está en manos de una parte de los insectos que desde siempre han tenido su peculiar forma de comunicarse

En el capítulo que reproducimos a continuación el narrador se comunica por primera vez con los moscos que habitan en la selva Lacandona. Creemos que es de los pasajes que más invitan a llevar a cabo un proceso de re-escritura. Como lo observará el lector, una flauta le permitirá al protagonista entablar su primera charla con uno de los insectos. Es este invento el que vuelve a la novela claramente un relato de ciencia ficción. Su tecnología, sin embargo, es muy distinta de los imaginarios high tech de nuestros tiempos.